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domingo, 17 de octubre de 2021

La Fe, un camino de toda la Vida

La Fe, un camino de toda la Vida.

 Por: Tulio Giancarlo Reto Miranda.

La Iglesia nos enseña que la FE es la respuesta libre que le da el Hombre a Dios. Fácil de entender como concepto, pero difícil de vivirlo, ya que esa respuesta no es una en toda la vida, sino varias respuestas que debemos de dar a Dios en distintos tiempos, épocas y circunstancias que se nos presenten.

La Respuesta de la Fe no viene de nuestra propia voluntad de conocer a Dios, sino que es Dios quien nos busca y nos encuentra primero, y a partir de ese Amor manifestado por Dios es que nosotros damos una respuesta.

En nuestra historia nos ocurren distintas cosas, buenas y malas, que llegamos a pensar que son puras coincidencias o parte del devenir dinámico de la vida. Sin embargo, Dios es una persona en nuestra historia. Una persona invisible pero presente, que va tejiendo con sabiduría los más delicados puntos de nuestra persona. Y es en ella que llega el momento en que se manifiesta para darse a conocer de manera personal.

Si te pones a pensar cómo es que llegaste a creer en Dios, te darás cuenta de que desde niño(a) te enseñaron de manera conceptual y sentimental quién era Dios, Jesús, la Virgen, etc. Y es que la Fe comienza existiendo desde los sentimientos que nos siembran otras personas en el corazón: nuestros padres, abuelos, tíos, maestros. Pero no terminamos de conocer a Dios por eso. Hasta el Diablo cree en Dios, pero no confía en él.

La Fe es un proceso, con distintos pasos que hay que dar a lo largo de la vida. Algunos comienzan desde pequeños a conocer a Dios pues tienen la oportunidad de hacerlo. Otros lo conocen cuando están jóvenes, adultos o hasta ancianos, pero nunca es tarde para hacerlo. Puede haber personas adultas, pero con una fe infante e inmadura, que solo cree en Dios porque una vez se lo enseñaron cuando eran niños. Personas que dicen creer en Dios, pero mezclan su fe con creencias supersticiosas y nada cristianas. Personas que dijeron creer en Dios, pero a la primera dificultad se decepcionaron y se apartaron de él como chiquillos engreídos que piden a su padre algo y si este no les da se molestan. ¿Esto será la fe?


La Fe implica mucho más. Es un proceso de conocimiento, confianza y dependencia de Dios. No podemos poner nuestra vida en manos de alguien a quien no conocemos, ni confiamos. Conocer a Dios implica descubrirlo, tener los sentidos del alma abiertos a su presencia para encontrarlo en la vida diaria. Implica frecuentarlo en la oración, en los sacramentos, en la relación de servicio con el prójimo donde él se encuentra de manera verdadera. Implica hacer actos de fe y esperanza en su providencia cuando vemos que todo está perdido, o cuando nuestras fuerzas se han agotado. Es de cristianos saber ESPERAR.

Es cuando experimentamos la intervención de Dios en nuestra vida que comenzamos a creer por nuestra propia cuenta. No se trata de probar a Dios… ¡Cuidado!, sino de saber esperar en él su providencia salvadora, sanadora y liberadora. Entonces cuando estamos en un momento difícil y nos sentimos salvados por Dios es que sabemos que él está con nosotros, a pesar de que muchas veces no nos merecemos su ayuda y amor, debido a nuestra soberbia, egoísmo, orgullos, dudas, pecados, etc.

Esta relación de Amor que nos ofrece Dios hace que nos vayamos enamorando de él. Sí, ENAMORANDO, puesto que nuestra relación con Dios debe ser de Amor. Cuando dos personas que han vivido por muchos años casados y enamorados llegan a su ancianidad, no necesitan estarse reafirmando su amor el uno al otro con palabras, porque los hechos que han pasado en su vida juntos han demostrado que de verdad se quieren y se aman. Simplemente, ambos disfrutan del uno y del otro, estando juntos, viendo la tv, comiendo, mirándose, cuidándose. Y cuando uno de los dos fallece o falta, el otro se apaga cual luz de vela que se consume, pues sienten depender de ese amor. Así es con Dios. Llega un momento de nuestra relación con Dios que ya nada nos hace dudar de él y que sabemos estará siempre con nosotros, aún en la muerte. San Pablo de decía: “Al tener sin embargo a Cristo, consideré todas mis ganancias como pérdidas. Más aún, todo lo considero al presente como peso muerto en comparación con eso tan extraordinario que es conocer a Cristo Jesús, mi Señor” (Flp 3, 7-8). Santa Teresa de Ávila escribía:

“Vivo ya fuera de mí, 

después que muero de amor,

porque vivo en el Señor,

que me quiso para sí;

cuando el corazón le di puso en mí este letrero:

«Que muero porque no muero».

 

Esta divina unión,

y el amor con que yo vivo,

hace a mi Dios mi cautivo

y libre mi corazón;

y causa en mí tal pasión

ver a mi Dios prisionero,

que muero porque no muero”.

(Fragmento del poema “Vivo sin vivir en mí”)

 

 Para el diálogo:

  •  Creer, confiar y depender de Dios, ¿En qué etapa espiritual te encuentras?
  • ¿Cómo describirías tu proceso de conocer a Dios?
  • ¿Tienes dudas de Dios en tu mente? Se sincero(a).