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domingo, 10 de abril de 2022

Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?

 

Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?

Por Giancarlo Reto

Las palabras del Señor Jesús en la cruz son un reflejo de las necesidades espirituales de la humanidad. La cruz representa el fracaso humano de un hombre que quiso predicar la Verdad, pero también el éxito divino de una Verdad que permanente en la historia. Representa el dolor humano, cruel de un cuerpo desgarrado inocentemente, pero también el gozo del Amor incondicional y entregado. Representa el grito desesperanzador de muchos que mueren injustamente y en soledad, pero también el grito de liberación de un alma salvada por Dios.

Así de paradójico es el momento de la Cruz. Y en esta cuarta palabra nos deja algo desconcertados un Jesús que grita y reclama: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Esta frase debemos verla de dos perspectivas para entenderla: primero, desde una perspectiva humana, sabiendo que es difícil mantenerse firme y de pie cuando el mal nos acecha y los problemas de la vida nos tumban. Y segundo, desde una perspectiva de fe, donde el sentimiento de estar abandonado se vuelca a un salto de suma confianza en las manos del Padre Creador.

Estas palabras, son un grito a Dios, que aún sabiendo nosotros que él no nos abandona, nos agarramos fuerte de su manto y clamamos por su misericordia para sentirnos escuchados, perdonados, ayudados, salvados, amados. Como dije al principio, es un reflejo de las necesidades humanas y espirituales.

Dios no nos abandona, Dios no abandonó a su hijo en ningún momento. Recordemos que él vino a este mundo con una misión, la cual implicaba dar la vida por el ser humano en una muerte de Cruz. Jesús fue consciente de esto y no huyó a su destino. Muchas veces las situaciones que nos pasan en la vida son misteriosas e incomprensibles humanamente hablando, pero cuando las miramos desde los ojos de Dios, cobran un sentido invaluable y trascendente. Desde cualquier filosofía sabemos que la vida terrena nunca va a ser de felicidad permanente, sino que está llena de obstáculos, sufrimiento e injusticia. No a todos nos toca vivir como reyes, y aún los reyes también sufren. El vaivén de la vida, de cosas buenas y malas, nos hacen comprender que nuestra misión consiste en encontrar en primer lugar nuestro sitio o lugar en este mundo, el sentido de nuestra existencia, y en este camino de búsqueda, nos encontramos con la existencia de Dios y de nuestros hermanos, que pueden estar sufriendo igual o más que nosotros mismos.

Jesús llegó al momento culmen de su vida y misión, asumiendo con valor las consecuencias de su predicación y testimonio frente a todo el mundo. Faltando poco para morir reclama a su Padre el abandono que siente como hombre, pero a la vez realiza un acto de suma confianza y dependencia en sus manos.

Queridos hermanos, estamos pues llamados en esta Semana Santa a reflexionar en el abandono como un acto de confianza en Dios: ¿Cuán capaz eres de entregar todo en las manos de Dios? ¿alguna vez has sentido que todo lo has hecho y que solo te queda esperar y abandonarte en Dios? ¿Cuándo llegue el momento de la desolación en tu vida y de la prueba, serás capaz de hacer un acto de suma confianza en el Señor?

Ponte en oración y abandónate en las manos de tu Padre Creador.