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viernes, 25 de agosto de 2023

El misterio del bautismo y las tentaciones de Jesús

 El misterio del bautismo y las tentaciones de Jesús

Por Giancarlo Reto

 

Los textos del bautismo y las tentaciones de Jesús son parte de la etapa de su discernimiento ante la misión salvadora que le esperaba. Jesús tuvo que pasar también por un tiempo de reflexión vocacional que concluiría en una decisión de asumir completamente, en su cuerpo, los pecados del mundo, entregando su propia vida por la salvación de la humanidad. Para esto, necesitó de Juan el Bautista, quien le ayudaría a discernir y a dar una respuesta afirmativa al plan de su Padre Dios. Existe una teoría bíblica de que Jesús pudo haber sido discípulo de Juan el Bautista durante su juventud antes de empezar su misión (John Paul Meier[1]).

Jesús no tuvo pecado, por lo que su bautismo no fue para borrar sus pecados ni para un acto de conversión, sino que sirvió como un signo importante del inicio de su misión salvadora. Por eso, que hay una manifestación divina (teofanía) en el momento de su bautismo que evidentemente nos dice quién es Jesús y qué papel cumple dentro de la Trinidad Divina: él es el Hijo de Dios, Dios hecho hombre, que ha logrado el favor de Dios para llevar a cabo la obra de salvación.

Inmediatamente después de su bautismo, es llevado por el Espíritu de Dios al desierto para ser tentado. Los grandes profetas del antiguo testamento fueron probados por Dios, también en el desierto. La imagen bíblica del desierto significa el “Encuentro con Dios” en la soledad y vacío de nuestras almas. Significa el ejercicio de viajar hacia lo más profundo de nuestro ser para vaciarnos de nosotros mismos y escuchar solo la voz de Dios. Es ahí donde podemos toparnos también con nuestros demonios interiores que nos distraen o nos alejan del amor de Dios.

Jesús es tentado tres veces: el desear, el dominar y el poseer. Todo ser humano tiene estas mismas tentaciones manifestadas de infinitas maneras.

La tentación del desear implica todo tipo de placeres innecesarios que el ser humano cree tener y que lo alejan del principal placer espiritual, Dios. Una cosa son las necesidades fisiológicas, sociales o terrenales que podemos necesitar, como el comer, el beber, el dormir, etc., pero otros son los placeres innecesarios que nos creamos los seres humanos, que nos llevan al pecado y a la maldad.

La tentación del poseer implica el apego a las cosas materiales y al dinero, así como las riquezas vanas que nos puede ofrecer el mundo. Estamos tentados a preferir lo material que lo espiritual, cuando sabemos que todo lo terrenal es pasajero y acabable, mientras lo que perdurará para siempre son nuestros valores, el amor, la justicia y la fe: “¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16, 26).

La tentación del dominar tiene que ver con el poder y la fama. Pensamos que lo podemos todo y que no existen límites en todo lo que hacemos, llevando nuestras vidas a la soberbia y orgullo, y creyendo que debemos siempre estar por encima de los demás. Podemos confundir el honor y el buen prestigio con la adulación y la autoadoración. Jesús con sus palabras dirigidas al demonio (Mt 4, 10), nos dice que debemos recordar que somos criaturas de Dios, pero no iguales a Dios. Por lo que tenemos límites que aceptar y respetar frente al Bien y a la justicia divina.

Estas tres formas de tentación siguen siendo parte de nuestra humanidad herida por el pecado. Los seres humanos debemos estar atentos siempre a estas tentaciones, porque nos pueden llevar a la autodestrucción y a la destrucción de los demás. La armonía en la que estamos llamados a vivir los seres humanos se ha visto dañada históricamente cuando alguien o un grupo de personas se dejan llevar por sus placeres, poderes y riquezas. Cuidado que tú también puedes caer.


jueves, 24 de agosto de 2023

El misterio de la infancia de Jesús

 El misterio de la Infancia de Jesús

Por Giancarlo Reto

 

Mucha gente confunde la palabra misterio con la palabra mentira o ficción. En la Biblia
podemos encontrar errores historiográficos que no coinciden con las épocas o tiempos de la historia, pero los relatos que se cuentan siguen siendo parte de una verdad teológica y antropológica mucho más grande que las exactitudes históricas. Cuando hablamos de un misterio de fe en la Biblia, nos referimos a una verdad o certeza sobre Dios o sobre la naturaleza del ser humano o de lo existente. Por lo tanto, podemos decir que un misterio es una verdad fundamental sobre Dios o sobre el Hombre, que no podemos comprender o explicar del todo y de la cual solo sabemos lo necesario por medio de la fe.

El nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, Dios hecho hombre, es un misterio. Sabemos que Jesús de Nazaret existió en este mundo, pero no tenemos datos exactos de cómo fue su concepción, su nacimiento y su infancia. Los evangelios de Mateo y Lucas son los únicos que nos narran algunos episodios de esta etapa de la vida de Jesús, y aún así, no son datos exactos sino relatos interpretados desde la fe de los primeros cristianos y su visión que tenían sobre Jesús. Dicho esto, podemos comprender bien los relatos de la infancia de Jesús y leerlos desde la fe.

Así pues, cuando leemos la genealogía (antepasados) de Jesús, podemos darnos cuenta que la intención del autor fue dar a conocer que en Jesús se cumplía una de las profecías del Mesías: que sería descendiente de Abraham y del rey David (Mt 1, 1-17). O cuando leemos, que el ángel se le aparece a José o María para anunciarles la concepción de Jesús, el autor deja claro que no es por obra humana, sino por obra del Espíritu Santo, por lo que será llamado Hijo de Dios (Lc 1, 35). También cuando leemos la visita de los magos, el autor nos explica a través de símbolos, que Cristo ha venido para todos los seres humanos de distintas partes del mundo y que todos estamos llamados (la estrella de Belén) a buscar y unirnos para adorar al mismo Dios (Mt 2, 1-12).

Los episodios de la infancia de Jesús son: la genealogía de Jesús, la anunciación, la visitación, el nacimiento de Jesús, la adoración de los pastores, la visita de los reyes magos, la circuncisión del niño en el templo, la huida a Egipto, Jesús perdido y hallado en el templo.

Los dos autores hablan muy poco sobre la infancia de Jesús, lo cual se presta para imaginarnos y preguntarnos distintas cosas sobre lo que pudo pasar en su vida infantil. Lo que ha ellos les interesa no es dar detalles de los quehaceres de Jesús sino dejar claro quién es Jesús y cual en su misión en este mundo. Además, confirmar que Jesús es el Hijo de Dios, desde su nacimiento, y que la obra de Dios en él es un plan de salvación pensado desde antes que viniera a este mundo.

lunes, 14 de agosto de 2023

LAS OBRAS DE MISERICORDIA

Las Obras de Misericordia

Por Giancarlo Reto Miranda

Jesucristo nos dio el camino para vivir la fe y entrar en el Reino de Dios: La Caridad que procede del vocablo latino Caritas que se traduce en Amor.

La caridad no solo es ayudar materialmente, sino que existen diversas formas de esta: emocional, física, espiritual. Lo importante es saber detectar con sensibilidad las necesidades del Prójimo (el próximo), aquel que se encuentra en el camino y que solicita tu ayuda inmediatamente.

La Iglesia Católica ha completado los actos principales de la caridad en 14 clasificados en 2 partes: las obras corporales y las obras espirituales.

Todas las obras de caridad sean del tipo que sean, favorecen al que las recibe y también al que las ofrece, pues, a parte del beneficio que implica al que las recibe, ayuda a forjar y formar el espíritu del que lo ofrece.





miércoles, 2 de agosto de 2023

El Mesías prometido es Jesús de Nazaret

El Mesías prometido es Jesús de Nazaret

Por Giancarlo Reto

La historia de la salvación comienza con la llamada de Dios a Abraham con quien realiza un pacto, una alianza: “A tu descendencia daré esta tierra desde el torrente de Egipto hasta el gran río Éufrates” (Gn 15, 18). Luego, escogerá a los descendientes de Abraham como su pueblo, a quienes educará mediante las dificultades y sufrimientos de la vida en Egipto pero que después los liberará a través de Moisés, llevándolos a la tierra prometida, Canaán. Ahí se establecen como nación luchando por la tierra con otros pueblos, hasta alcanzar la soberanía con sus reyes, especialmente el Rey David, con quien reafirmó su alianza, prometiéndole que de su descendencia saldría un retoño, un rey que gobernaría con justicia, paz y verdad para siempre. El pecado del pueblo hizo que esté a merced de otros reinos más poderosos, como los asirios, 
caldeos, los persas, los griegos y los romanos, de tal manera que, surgieron personajes importantes que denunciaban el pecado del pueblo, pero a la vez anunciaron esperanza de cambio y bendición: los profetas.
Colorful Hand drawn Science Lab Safety Classroom Poster de Giancarlo Reto


«La palabra profeta es griega y significa: “Hablar en nombre de...”. Por tanto, el nombre profeta indica claramente la misión de estos hombres: el profeta es el que habla en nombre de Yavhé; es su voz viva en medio del pueblo, para recordar las promesas entre Dios y su pueblo, para enderezar y corregir.  Por tanto, tiene doble finalidad; ANUNCIAR Y DENUNCIAR. Son hombres de fuerte personalidad y espiritualidad, intermediarios, siervos de Yavhé. Son hombres que, bajo el impulso de Dios, comprenden lo que está sucediendo y transmiten al pueblo un continuo llamado a la conversión, y su misión es discernir la voluntad de Dios sobre el presente del pueblo, para proyectarlo a un futuro de esperanza y de salvación» (P. Rivero)[1].

Por lo tanto, ellos se encargaron de dar esperanza al pueblo en momentos de crisis, anunciando la promesa de un Mesías (palabra hebrea que significa “ungido”, en griego “Cristo”), Salvador, que traería la justicia definitiva de Dios. Sin embargo, cada profeta fue aportando muchas características de este Mesías, algunas literales y otras simbólicas. Así es como la figura del Mesías va transformándose con el tiempo: primero se creía que el Mesías sería un rey, luego otros interpretaron como que sería un sumo sacerdote, otros como un profeta poderoso, otros como un guerrero valeroso y al final se pensó que sería un Mesías Celeste, es decir, venido directamente del cielo con gloria y majestad.

Llegada la plenitud de los tiempos, se fueron cumpliendo las profecías en un hombre llamado Jesús de Nazaret. Un hombre común y corriente, parte del pueblo, pero que destacó en palabra y obra.

Para el cristianismo la llegada del Mesías se cumple en Jesucristo, Hijo de Dios encarnado por obra del Espíritu Santo en el vientre de María. Las características simbólicas del Mesías que hablan los profetas se cumplen en Jesús:[2]

Observar los videos sobre los profetas y los reyes de Israel para entender quienes fueron estos personajes en la historia del pueblo judío, pero tambien en la historia de nuestra salvación.