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miércoles, 5 de abril de 2023

Caín y Abel: la responsabilidad ante la vida del otro

 Caín y Abel: la responsabilidad ante la vida del otro

Las comunidades virtuales de aprendizaje en la Iglesia

 

Las comunidades virtuales de aprendizaje en la Iglesia

El Año Litúrgico

El Año Litúrgico

Por Giancarlo Reto

 

Las fiestas cristianas han surgido paulatinamente a través de los siglos. Estas nacen de un deseo de la Iglesia Católica de profundizar en los diversos momentos de la vida de Cristo. Se comenzó con la fiesta del Domingo y la Pascua, luego se unió Pentecostés y, con el tiempo, otras más.

La liturgia es la manera de celebrar nuestra fe. No solo tenemos fe y vivimos de acuerdo con ella, sino

que la celebramos con acciones de culto en las que manifestamos, comunitaria y públicamente, nuestra

adoración a Jesucristo, presente con nosotros en la Iglesia. Al vivir la liturgia, nos enriquecemos de los dones que proceden de la acción redentora de Dios.

La palabra Liturgia proviene del griego λειτουργία (leitourguía), que significa «obra del pueblo»; compuesto por λάος (láos) = pueblo, y έργον (érgon) = trabajo, obra. La liturgia es la acción sagrada por

excelencia, ninguna oración o acción humana la puede igualar por ser obra de Cristo y de toda su Iglesia y no de una persona o un grupo. La liturgia invita a hacer un compromiso transformador de la vida, realizar el Reino de Dios. La Iglesia se santifica a través de ella y debe existir en la liturgia por parte de los fieles, una participación plena, consciente y activa. (Misa, los sacramentos, los ritos, etc.)

El Año litúrgico es el desarrollo de los misterios de la vida, muerte y resurrección de Cristo y las celebraciones de los santos que nos propone la Iglesia a lo largo del año.

 

Los Tiempos litúrgicos.

El Año litúrgico está formado por distintos tiempos litúrgicos. Estos son tiempos en los que la Iglesia nos invita a reflexionar y a vivir de acuerdo con alguno de los misterios de la vida de Cristo. Comienza por el Adviento, luego viene la Navidad, Epifanía, Primer tiempo ordinario, Cuaresma, Semana Santa, Tiempo Pascual, Pentecostés, Segundo tiempo ordinario y termina con la fiesta de Cristo Rey.


En cada tiempo litúrgico, el sacerdote se reviste con casulla de diferentes colores:

Ø  Blanco o dorado significan alegría y pureza. Se utiliza en el tiempo de Navidad y de Pascua.

Ø  Verde significa esperanza. Se utiliza en el tiempo ordinario.

Ø  Morado significa luto y penitencia. Se usa en Adviento, Cuaresma y Semana Santa.

Ø  Rojo significa el fuego del Espíritu Santo y el martirio. Se utiliza en las fiestas de los santos mártires y en Pentecostés.

 

Los ciclos litúrgicos

Durante todo el año litúrgico, cada día se leen en las misas diferentes textos bíblicos del Antiguo y Nuevo Testamentos que están ordenados de acuerdo a cada tiempo litúrgico y según el ciclo litúrgico.

Los ciclos litúrgicos son 3: ciclo A (se leen los textos del evangelio de San Mateo cada domingo); ciclo B (se leen los textos del evangelio de San Marcos cada domingo) y ciclo C (se leen los textos del evangelio de San Lucas cada domingo). Cada año litúrgico las lecturas bíblicas van rotando. El evangelio de San Juan está reservado para fiestas importantes como el tiempo pascual, pentecostés, entre otras.

Al Encuentro del Señor

 Al Encuentro del Señor

Por Giancarlo Reto

 

«Como sea tu Misa, así será tu fe. Como sea tu fe, así será tu moral.
Como sea tu moral, así será tu vida. Y como haya sido tu vida, así será tu eternidad»
Mons. Tihamer Toth


A Dios lo podemos encontrar en todas partes: en la naturaleza, en nosotros mismos, en los demás, en los misterios de la vida, en la grandeza de la creación, en las leyes naturales, en la Biblia, en la oración, pero de una manera especial, perfecta y completa en la Eucaristía, verdadero Cuerpo y verdadera Sangre del Señor Jesús, pues él mismo quiso quedarse de forma sacramental en medio de nosotros (Lc 22,19), sobre todo como alimento para la vida eterna (Jn 6,55-56).

Mucha gente católica dice que basta con rezar en casa y tener buena conducta para estar con Dios, sin embargo, esto no es así, porque en donde encontramos a Cristo vivo y presente es en su Cuerpo y su Sangre. Este lo ha dado como alimento para fortalecer nuestro espíritu y participar de manera prefigurada del banquete eterno en el Cielo. ¿Qué pasa con los que siempre van a Misa, comulgan y siguen siendo malas personas? Jesús nos dice también que “no todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mt 7,21). Esto quiere decir, que la fe y mis obras deben siempre ir de la mano coherentemente. Si voy a la Misa y comulgo, esto debe llevarme a actuar bien con mi prójimo y en la sociedad, como también debo alimentarme y fortalecer mi alma con Cristo Sacramentado.

La palabra Misa viene del latín Missa (enviar, dejar ir) es decir, al término de la Misa el sacerdote nos dice “Pueden ir en paz” o “Marchaos en paz”, lo cual implica una misión que cumplir fuera de la Misa con nuestra acción.

La asistencia a la Misa comienza en el católico como un hábito de vida que al principio puede darse de manera obligada pero que después, con la catequesis y la práctica se convierte en una necesidad espiritual, hasta que al final el católico diga “NECESITO IR A LA MISA A ENCONTRARME CON MI DIOS Y SEÑOR”.

Si bien la Misa es un ritual de culto a Dios, no quiere decir que sea algo repetitivo sin sentido. El


sentido de toda la Misa se encuentra principalmente en el momento de la Consagración del pan y del vino que se convierten en el Cuerpo y la Sangre del Señor, lo cual significa que se vuelve a repetir el sacrificio de Jesús en la cruz así como su resurrección. No necesitamos presentar en el altar animales degollados u ofrendas humanas como hacían las antiguas culturas para sus dioses, sino que la ofrenda perfecta al Padre es la entrega por amor del mismo Hijo, Jesucristo, con su muerte y resurrección, además, de que cada uno de los fieles que asistimos a la Misa somos ofrecidos ante el Señor con nuestros aciertos y desaciertos de vida.

Por eso, la necesidad de ir a la Misa está en que la persona se une de manera plena y sacramental a Cristo Jesús que se da en alimento para la vida eterna: "Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo" (Jn 6,51)

Por tal motivo, cada vez que asistimos a la Misa, es reencontrarnos de manera presencial con el Amado, Jesús. La oración, la lectura de la Biblia, el rezo del rosario u otras prácticas católicas de encuentro con Dios son válidas ya que nos acercan a Dios, pero la Eucaristía es encontrarnos con él de manera más perfecta. Es como cuando llamas a tu enamorado o enamorada por teléfono o le escribes por el chat, sin embargo, esperas con ansias el momento perfecto para encontrarte con él o ella de manera presencial y directa. También es encontrarnos en comunión con los hermanos, con los que compartimos la misma fe y filiación a Dios: “La comunión es, según su esencia, el sacramento de la fraternidad cristiana” (PP. Benedicto XVI).