Mi lista de blogs

martes, 26 de septiembre de 2023

Misericordia y perdón

 Misericordia y perdón

Por Giancarlo Reto

Dios es una fuente de Amor inagotable de donde ha manado toda la creación, siendo que
cada cosa o ser viviente que existe en el universo a sido hecho por Amor y contiene en su esencia un ápice del Amor de Dios. Este Amor se ve reflejado en distintas cosas, personas, experiencias, relaciones, situaciones que nos hacen conocer a Dios y saber cómo es con relación a nosotros. Jesucristo vino a redondear esta idea de Dios mostrándolo como un Padre
Misericordioso. Un Dios que a pesar del pecado y la debilidad de sus creaturas nos mira como a hijos necesitados de misericordia. Jesús, en muchos momentos del evangelio, demuestra misericordia como un raso característico de él y nos pide, también, ser misericordiosos con los demás. Pero ¿qué es la misericordia?

Es una palabra compuesta por dos palabras latinas: misere (miseria) y cordis (corazón). Esto quiere decir inclinar el corazón a la miseria del otro. Es la “virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenos” (RAE[1]).

Para el Papa San Juan Pablo II, en su encíclica Dives in misericordia (Rico en misericordia), nos da entender cómo Cristo nos muestra a Dios Padre en él mismo: “quien me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14, 9). Jesucristo nos mostró un rostro de misericordia frente a los enfermos, desvalidos, vulnerables; siempre dispuesto a inclinar el corazón hasta a aquellos que no se lo merecían: “porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lc 19,10).

Para Nurya Martínez (2017)[2], la Misericordia implica una conmoción de las entrañas, es decir, un movimiento hacia al otro que nace desde adentro de uno mismo, gracias a que nos dejamos conmover por el dolor y sufrimiento de los demás. La raíz de esta idea sobre misericordia se encuentra en la misma Biblia cuando se utiliza la palabra hebrea “rehamîm” que significa “vísceras” para referirse a la misericordia de Dios (Os 11, 8-9) dando a entender esta como la relación entrañable, profunda y amorosa entre Dios y su pueblo.

Por lo tanto la Misericordia nos lleva a pensar en un Dios compasivo pero que a la vez exige que seamos misericordiosos como él: “Sean misericordiosos como su Padre es Misericordioso” (Lc 6, 36); en la oración del Padre nuestro nos enseña a esperar el perdón de Dios como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden (Mt 6, 12); con la pecadora en la casa del fariseo Simeón, Jesús acoge el llanto de la mujer haciéndolo suyo y perdonando todos sus pecados (Lc 7, 36-50); se compadece de la adúltera cuestionando a los que la querían apedrear hasta lograr liberarla (Jn 8, 1-11); se compadeció de la viuda de Naín al perder a su único hijo resucitándolo de entre los muertos (Lc 7, 13); curó a un leproso que le había dicho “si quieres Señor, puedes limpiarme”, respondiéndole “sí quiero, queda limpio” (Mt 8, 2-4). Y así muchos otros episodios donde Jesús es misericordioso con las personas. De esta manera nos enseña que hay que hacer lo mismo: compadecernos de aquellos que necesitan misericordia y perdón.

El perdón va de la mano con la misericordia, puesto que hay que ser compasivos con aquel que nos ofende ya que, hay muchas veces en que la ofensa se produce sin sentirla ni desearla. La ignorancia hace que las personas ofendan a otras y no tengan compasión. Jesús, por eso, nos manda a amar a nuestros enemigos y a orar por los que nos persiguen (Mt 5, 44). Es la ignorancia la que nos hace pensar rápidamente mal en los demás, porque si pudiéramos pensar o sentir lo que el otro siente o piensa, sabríamos el porqué de las ofensas.

Aprendamos, pues, de Jesús, a perdonar con misericordia y poniéndonos en el pensamiento y sentimiento de los demás. No sea que cuando clamemos piedad a Dios por nuestros pecados o por los propios sufrimientos, no alcancemos respuesta de nuestro Padre Justo y Misericordioso, y nos pase como al de la parábola que lo enviaron a la cárcel por no saber perdonar las deudas de su deudor (Mt 18, 23-35).


[1] Real Academia Española.

LA RECONCILIACIÓN CON DIOS

La Reconciliación con Dios

Por Giancarlo Reto Miranda


Para reconciliarnos con alguien siempre es necesario tener una relación estrecha con esta persona y estar dispuesto a volver a reanudar nuestros lazos de empatía, cordialidad, respeto y amor. La reconciliación no es unas disculpas de algo que hicimos o de un error. Estamos hablando del perdón.

El ser humano necesita siempre fortalecer los lazos de amor, con todo lo que esto implica, especialmente con las personas más allegadas a él: padres, hijos, hermanos, familiares, amigos, conocidos, y por último, con todos. Cuando los lazos se rompen con las personas que más queremos nos sentimos abatidos, desanimados, erramos constantemente, no realizamos con paz lo que tenemos que hacer, porque siempre estará el sentimiento de culpa o dolor causado. Si Dios es nuestro Padre Creador, estos sentimientos de dolor y culpa ¿deberían ser importantes y tomados en cuenta para regresar a su perdón?

Claro que sí. Mucha gente vive por años apartada de Dios por falta de conocimiento, indiferencia a lo religioso o por vergüenza del mal que hace: “¿por qué andas cabizbajo y enojado? – le hizo ver Dios a Caín- si obraras bien andarías con la cabeza en alto, pero como obras mal el pecado acecha a la puerta de tu casa, aunque tú lo puedes dominar” (Gn 4, 6-7). Sin embargo, todos estamos llamados a volver a nuestro Creador y único Fin. Solo en él podemos encontrar el verdadero camino del sentido de nuestra vida.

Para reconciliarnos con Dios es necesario hacer un examen de nuestros actos humanos y de nuestras intenciones más profundas. ¿Qué tengo en mi vida que me aleja del Creador y de su Amor? ¿Qué estoy dispuesto(a) a cambiar por amor a Dios y a los demás?

La confesión sacramental es un medio importante para el cristiano que se quiere reconciliar con Dios, ya que Cristo mismo dio poder a sus apóstoles y sucesores para perdonar los pecados (Jn, 20, 22-23; Mt 16, 19) y de esta manera reconocer ante Dios y ante los hombres nuestras faltas para poder obtener el perdón. No basta con una oración personal para reconciliarnos con Dios Padre Misericordioso, sino que es necesario un proceso de vuelta a Dios.

Para esto la Iglesia nos brinda algunas pautas que nos ayudan en este proceso y poder hacer una buena Confesión.

¡No tengas miedo a la confesión! El sacerdote está llamado a escucharte, a no discriminarte por lo que hayas hecho, aconsejarte, absolverte de tus pecados y a imponerte una penitencia en forma de acción u oración para remediar tus faltas.

Ten fe que Dios ha puesto los medios necesarios y terrenos para que te reconcilies con él.

jueves, 7 de septiembre de 2023

Las Parábolas como anuncio del Reino de Dios

Las Parábolas como anuncio del Reino de Dios

Por Giancarlo Reto



La imagen del Reino de Dios es una alegoría del lugar espiritual que nos toca como premio eterno por nuestra salvación. Hablar de Reino nos hace pensar en un gobierno donde Dios es el que rige con justicia, paz y amor a sus creaturas.

El pecado hizo de este mundo un lugar de sufrimiento y dolor, cuyo tiempo de termino llega con la implantación de este Reino de Dios. ¿Cómo sabemos que el Reino ha llegado? En las palabras de Jesús, el Reino de Dios llega cuando el Bien, la liberación, la sanación y la justicia son forjados por nosotros mismos, dejándonos llevar por el Espíritu Santo.

La Idea de Reino que tenían los israelitas estaba equivocada. Ellos pensaban que Dios implantaría su reino de manera terrenal, política y religiosa. Jesús nos enseña que el Reino de Dios comienza en el corazón del Hombre, manifestándose en sus actos, y haciendo camino hacia el Cielo que es el Reino Pleno.

Jesús anunció la venida de este Reino con palabras y obras. El mensaje de Jesús se resume en sermones, conversaciones privadas con personas, sentencias y parábolas.

A continuación, les presento un gráfico sobre la clasificación de las parábolas de Jesús.


Las parábolas se deben leer de manera interpretativa y no como si hayan sucedido. Pueden significar muchas cosas, por lo que la Iglesia ya ha hecho las interpretaciones correctas.

Son muchas las parábolas de Jesús, y nos muestran el camino para dirigir nuestras acciones.



viernes, 25 de agosto de 2023

El misterio del bautismo y las tentaciones de Jesús

 El misterio del bautismo y las tentaciones de Jesús

Por Giancarlo Reto

 

Los textos del bautismo y las tentaciones de Jesús son parte de la etapa de su discernimiento ante la misión salvadora que le esperaba. Jesús tuvo que pasar también por un tiempo de reflexión vocacional que concluiría en una decisión de asumir completamente, en su cuerpo, los pecados del mundo, entregando su propia vida por la salvación de la humanidad. Para esto, necesitó de Juan el Bautista, quien le ayudaría a discernir y a dar una respuesta afirmativa al plan de su Padre Dios. Existe una teoría bíblica de que Jesús pudo haber sido discípulo de Juan el Bautista durante su juventud antes de empezar su misión (John Paul Meier[1]).

Jesús no tuvo pecado, por lo que su bautismo no fue para borrar sus pecados ni para un acto de conversión, sino que sirvió como un signo importante del inicio de su misión salvadora. Por eso, que hay una manifestación divina (teofanía) en el momento de su bautismo que evidentemente nos dice quién es Jesús y qué papel cumple dentro de la Trinidad Divina: él es el Hijo de Dios, Dios hecho hombre, que ha logrado el favor de Dios para llevar a cabo la obra de salvación.

Inmediatamente después de su bautismo, es llevado por el Espíritu de Dios al desierto para ser tentado. Los grandes profetas del antiguo testamento fueron probados por Dios, también en el desierto. La imagen bíblica del desierto significa el “Encuentro con Dios” en la soledad y vacío de nuestras almas. Significa el ejercicio de viajar hacia lo más profundo de nuestro ser para vaciarnos de nosotros mismos y escuchar solo la voz de Dios. Es ahí donde podemos toparnos también con nuestros demonios interiores que nos distraen o nos alejan del amor de Dios.

Jesús es tentado tres veces: el desear, el dominar y el poseer. Todo ser humano tiene estas mismas tentaciones manifestadas de infinitas maneras.

La tentación del desear implica todo tipo de placeres innecesarios que el ser humano cree tener y que lo alejan del principal placer espiritual, Dios. Una cosa son las necesidades fisiológicas, sociales o terrenales que podemos necesitar, como el comer, el beber, el dormir, etc., pero otros son los placeres innecesarios que nos creamos los seres humanos, que nos llevan al pecado y a la maldad.

La tentación del poseer implica el apego a las cosas materiales y al dinero, así como las riquezas vanas que nos puede ofrecer el mundo. Estamos tentados a preferir lo material que lo espiritual, cuando sabemos que todo lo terrenal es pasajero y acabable, mientras lo que perdurará para siempre son nuestros valores, el amor, la justicia y la fe: “¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16, 26).

La tentación del dominar tiene que ver con el poder y la fama. Pensamos que lo podemos todo y que no existen límites en todo lo que hacemos, llevando nuestras vidas a la soberbia y orgullo, y creyendo que debemos siempre estar por encima de los demás. Podemos confundir el honor y el buen prestigio con la adulación y la autoadoración. Jesús con sus palabras dirigidas al demonio (Mt 4, 10), nos dice que debemos recordar que somos criaturas de Dios, pero no iguales a Dios. Por lo que tenemos límites que aceptar y respetar frente al Bien y a la justicia divina.

Estas tres formas de tentación siguen siendo parte de nuestra humanidad herida por el pecado. Los seres humanos debemos estar atentos siempre a estas tentaciones, porque nos pueden llevar a la autodestrucción y a la destrucción de los demás. La armonía en la que estamos llamados a vivir los seres humanos se ha visto dañada históricamente cuando alguien o un grupo de personas se dejan llevar por sus placeres, poderes y riquezas. Cuidado que tú también puedes caer.


jueves, 24 de agosto de 2023

El misterio de la infancia de Jesús

 El misterio de la Infancia de Jesús

Por Giancarlo Reto

 

Mucha gente confunde la palabra misterio con la palabra mentira o ficción. En la Biblia
podemos encontrar errores historiográficos que no coinciden con las épocas o tiempos de la historia, pero los relatos que se cuentan siguen siendo parte de una verdad teológica y antropológica mucho más grande que las exactitudes históricas. Cuando hablamos de un misterio de fe en la Biblia, nos referimos a una verdad o certeza sobre Dios o sobre la naturaleza del ser humano o de lo existente. Por lo tanto, podemos decir que un misterio es una verdad fundamental sobre Dios o sobre el Hombre, que no podemos comprender o explicar del todo y de la cual solo sabemos lo necesario por medio de la fe.

El nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, Dios hecho hombre, es un misterio. Sabemos que Jesús de Nazaret existió en este mundo, pero no tenemos datos exactos de cómo fue su concepción, su nacimiento y su infancia. Los evangelios de Mateo y Lucas son los únicos que nos narran algunos episodios de esta etapa de la vida de Jesús, y aún así, no son datos exactos sino relatos interpretados desde la fe de los primeros cristianos y su visión que tenían sobre Jesús. Dicho esto, podemos comprender bien los relatos de la infancia de Jesús y leerlos desde la fe.

Así pues, cuando leemos la genealogía (antepasados) de Jesús, podemos darnos cuenta que la intención del autor fue dar a conocer que en Jesús se cumplía una de las profecías del Mesías: que sería descendiente de Abraham y del rey David (Mt 1, 1-17). O cuando leemos, que el ángel se le aparece a José o María para anunciarles la concepción de Jesús, el autor deja claro que no es por obra humana, sino por obra del Espíritu Santo, por lo que será llamado Hijo de Dios (Lc 1, 35). También cuando leemos la visita de los magos, el autor nos explica a través de símbolos, que Cristo ha venido para todos los seres humanos de distintas partes del mundo y que todos estamos llamados (la estrella de Belén) a buscar y unirnos para adorar al mismo Dios (Mt 2, 1-12).

Los episodios de la infancia de Jesús son: la genealogía de Jesús, la anunciación, la visitación, el nacimiento de Jesús, la adoración de los pastores, la visita de los reyes magos, la circuncisión del niño en el templo, la huida a Egipto, Jesús perdido y hallado en el templo.

Los dos autores hablan muy poco sobre la infancia de Jesús, lo cual se presta para imaginarnos y preguntarnos distintas cosas sobre lo que pudo pasar en su vida infantil. Lo que ha ellos les interesa no es dar detalles de los quehaceres de Jesús sino dejar claro quién es Jesús y cual en su misión en este mundo. Además, confirmar que Jesús es el Hijo de Dios, desde su nacimiento, y que la obra de Dios en él es un plan de salvación pensado desde antes que viniera a este mundo.

lunes, 14 de agosto de 2023

LAS OBRAS DE MISERICORDIA

Las Obras de Misericordia

Por Giancarlo Reto Miranda

Jesucristo nos dio el camino para vivir la fe y entrar en el Reino de Dios: La Caridad que procede del vocablo latino Caritas que se traduce en Amor.

La caridad no solo es ayudar materialmente, sino que existen diversas formas de esta: emocional, física, espiritual. Lo importante es saber detectar con sensibilidad las necesidades del Prójimo (el próximo), aquel que se encuentra en el camino y que solicita tu ayuda inmediatamente.

La Iglesia Católica ha completado los actos principales de la caridad en 14 clasificados en 2 partes: las obras corporales y las obras espirituales.

Todas las obras de caridad sean del tipo que sean, favorecen al que las recibe y también al que las ofrece, pues, a parte del beneficio que implica al que las recibe, ayuda a forjar y formar el espíritu del que lo ofrece.





miércoles, 2 de agosto de 2023

El Mesías prometido es Jesús de Nazaret

El Mesías prometido es Jesús de Nazaret

Por Giancarlo Reto

La historia de la salvación comienza con la llamada de Dios a Abraham con quien realiza un pacto, una alianza: “A tu descendencia daré esta tierra desde el torrente de Egipto hasta el gran río Éufrates” (Gn 15, 18). Luego, escogerá a los descendientes de Abraham como su pueblo, a quienes educará mediante las dificultades y sufrimientos de la vida en Egipto pero que después los liberará a través de Moisés, llevándolos a la tierra prometida, Canaán. Ahí se establecen como nación luchando por la tierra con otros pueblos, hasta alcanzar la soberanía con sus reyes, especialmente el Rey David, con quien reafirmó su alianza, prometiéndole que de su descendencia saldría un retoño, un rey que gobernaría con justicia, paz y verdad para siempre. El pecado del pueblo hizo que esté a merced de otros reinos más poderosos, como los asirios, 
caldeos, los persas, los griegos y los romanos, de tal manera que, surgieron personajes importantes que denunciaban el pecado del pueblo, pero a la vez anunciaron esperanza de cambio y bendición: los profetas.
Colorful Hand drawn Science Lab Safety Classroom Poster de Giancarlo Reto


«La palabra profeta es griega y significa: “Hablar en nombre de...”. Por tanto, el nombre profeta indica claramente la misión de estos hombres: el profeta es el que habla en nombre de Yavhé; es su voz viva en medio del pueblo, para recordar las promesas entre Dios y su pueblo, para enderezar y corregir.  Por tanto, tiene doble finalidad; ANUNCIAR Y DENUNCIAR. Son hombres de fuerte personalidad y espiritualidad, intermediarios, siervos de Yavhé. Son hombres que, bajo el impulso de Dios, comprenden lo que está sucediendo y transmiten al pueblo un continuo llamado a la conversión, y su misión es discernir la voluntad de Dios sobre el presente del pueblo, para proyectarlo a un futuro de esperanza y de salvación» (P. Rivero)[1].

Por lo tanto, ellos se encargaron de dar esperanza al pueblo en momentos de crisis, anunciando la promesa de un Mesías (palabra hebrea que significa “ungido”, en griego “Cristo”), Salvador, que traería la justicia definitiva de Dios. Sin embargo, cada profeta fue aportando muchas características de este Mesías, algunas literales y otras simbólicas. Así es como la figura del Mesías va transformándose con el tiempo: primero se creía que el Mesías sería un rey, luego otros interpretaron como que sería un sumo sacerdote, otros como un profeta poderoso, otros como un guerrero valeroso y al final se pensó que sería un Mesías Celeste, es decir, venido directamente del cielo con gloria y majestad.

Llegada la plenitud de los tiempos, se fueron cumpliendo las profecías en un hombre llamado Jesús de Nazaret. Un hombre común y corriente, parte del pueblo, pero que destacó en palabra y obra.

Para el cristianismo la llegada del Mesías se cumple en Jesucristo, Hijo de Dios encarnado por obra del Espíritu Santo en el vientre de María. Las características simbólicas del Mesías que hablan los profetas se cumplen en Jesús:[2]

Observar los videos sobre los profetas y los reyes de Israel para entender quienes fueron estos personajes en la historia del pueblo judío, pero tambien en la historia de nuestra salvación.

      

viernes, 7 de julio de 2023

El camino del pecado nos conlleva a la desgracia

El camino del pecado nos conlleva a la desgracia.

Por Giancarlo Reto


El pecado es la acción mala que una persona realiza a conciencia dejándose llevar por intenciones previas a su acción. El ser humano está llamado a vivir en la Gracia de Dios, es decir, vivir en amistad con Dios, en santidad. Para lograr esto, sabemos que debemos practicar las virtudes cristianas, la oración y sobre todo seguir los pasos de Cristo, haciendo un camino de esfuerzo por hacer el bien y vivir como hijos de Dios. Lo contrario a vivir en la Gracia de Dios es vivir en desgracia, y para esto también se hace un camino, pero hacia la infelicidad, pues lo malo nunca puede darnos algo bueno (Mt 7, 16-18). Las personas podemos maquillar las cosas malas que hacemos haciéndolas parecer algo bueno, pero en el fondo sabemos que lo malo sigue siendo pecado y que sino cambiamos nos va arrastrando hacia un camino de infelicidad. Recordemos que el fin de la santidad es el Cielo, vivir en eternidad con Dios, y que el fin de todo pecado es el Infierno, la muerte eterna lejos de Dios (Rm 6,23).

La Iglesia nos enseña que no hace falta cometer una falta grave para decir que hemos pecado, sino que, muchas veces, para que lleguemos a la gravedad de nuestros actos hemos venido cometiendo muchas faltas leves que poco a poco nos han llevado por un camino de maldad.

Así podemos recordar que la Iglesia nos enseña que existen siete pecados capitales, es decir, pecados que son la “cabeza” o “raíz” de otros pecados mayores, y de los cuales debemos estar atentos para no dejarnos caer. Estos son:

El Orgullo llamado también soberbia es un pecado que nos lleva a pensar que podemos ser más que los demás, y que el resto debe estar a nuestra merced. Este pecado muchas veces se nota en las personas que están a costumbradas a menospreciar a los demás, sin embargo, a veces se puede ocultar en personas aparentemente humildes, cuando estas se niegan a la ayuda o servicio de otros haciendo creer que es por no incomodar o molestar. En el fondo hay un orgullo escondido que le cuesta aceptar que necesita de los demás. La soberbia es el pecado que llevó al ser humano o al mismo Satanás a creer que podían ser igual o más que Dios.

La Avaricia es el pecado que nos hace desear por sobre manera las cosas materiales, acumular riqueza sin necesitarla o sin compartirla. Nos puede llevar a desear poseer personas, riquezas o poder. Al avaro le gusta acumular, guardar y siempre va a desear más, puesto que se siente insatisfecho con lo que tiene.

La Lujuria es el pecado de los placeres carnales. Es cuando damos demasiada importancia a la sensualidad y al erotismo, dejándonos envilecer por nuestros placeres sexuales al punto de vivir nuestra sexualidad de manera insana, llevándonos a pecados mayores contra la castidad. El lujurioso da rienda suelta a sus bajas pasiones, alimentando su mente y corazón de actos impuros para satisfacer sus placeres.

La Ira es el pecado que nos lleva a no tener dominio de nuestras emociones y reacciones de molestia o enfado, agrediendo de manera verbal, gestual o física a nuestros semejantes. La cólera es una emoción normal en las personas frente a algo que nos desagrada o molesta, pero que debemos aprender a controlar para no reaccionar mal con el prójimo.

La Gula es el pecado que nos lleva a un descontrol de los placeres del comer y beber. Es gula cuando comemos o bebemos más de lo que necesitamos a veces en contra de nuestra salud. Los excesos de comida, alcohol y otros vicios están incluidos en este pecado capital.

La Envidia es el pecado que hiere el amor o la caridad. Produce en nosotros fastidio o rabia por el bienestar del prójimo, provocando desde celos infundados hasta el deseo del mal para la otra persona.

La Pereza es el pecado por el cual la persona deja de hacer el bien por flojera y
desinterés. La pereza hace que el ser humano vaya perdiendo el sentido y utilidad de su propia vida debido a que prefiere más el descanso que ayudar a quien lo necesita o gastar su tiempo en cosas verdaderamente importantes. La pereza nos puede llevar a los vicios y pecados de la carne.

De esta manera, el pecado nos puede ir envolviendo al punto de hacernos esclavos de nuestras propias pasiones y tropezar haciendo caer a otros también. El pecado nos vuelve poco a poco dependientes de nuestros vicios y nos va apartando del amor de Dios y de los demás. Por eso, es importante que vivamos las virtudes cristianas para contrarrestar el pecado en nosotros.

jueves, 15 de junio de 2023

EL GÉNESIS NOS MUESTRA QUIÉN ES DIOS.

 EL GÉNESIS NOS MUESTRA QUIÉN ES DIOS.

Por Giancarlo Reto

 


En el génesis encontramos dos relatos de la creación que nos muestran distintas características de Dios. El primer relató se encuentra en el génesis capítulo 1 y el segundo relató se encuentra en el capítulo 2.

El primero nos cuenta que Dios creó el mundo en 6 días y de una manera ordenada. Nos muestra el rostro de un Dios que gobierna, que es todopoderoso, que crea de la nada, que le gusta el orden, pues, es en el orden que la vida puede tomar sentido. Los 6 días pueden ser millones de años de transformación y evolución. Sea de la forma que haya sido la ciencia también nos habla de un orden en el proceso evolutivo de las cosas. Eso quiere decir, que sea del modo que haya sido, Dios sigue siendo el creador de todo lo que existe.

El primer relato nos cuenta que Dios fue preparando de manera ordenada el mundo para al final crear al ser humano a su imagen y semejanza. Esto quiere decir que para Dios somos muy importantes, que no somos cualquier creación, si no criaturas hechas a imagen de Dios. Esto quiere decir, que nos parecemos a Dios, no en lo físico, puesto que él no es materia, si no en lo espiritual, ya que tenemos inteligencia, voluntad, libertad y capacidad de amar.

Este rostro de un Dios creador también nos hace pensar en el rostro de un padre. Dios no sólo ha creado al hombre, sino que lo ha hecho semejante a él y le ha dado potestad sobre todo lo creado para que lo haga producir, lo cuide y lo administre.

<< ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,

el ser humano para que te ocupes de él?

Lo hiciste apenas inferior a un dios,

lo coronaste de gloria y esplendor,

le diste poder sobre las obras de tus manos;

todo lo pusiste bajo sus pies>> (Sal 8)

Dios es creador y Padre a la vez porque ha tratado al ser humano como un hijo, a pesar de que no lo somos y no lo merecemos debido a nuestros pecados. Sin embargo, de lo que sí estamos seguros es de que nos creó por amor ya que sólo el amor es capaz de desbordar un poder infinito y creativo como el de él.

Ambos relatos no buscan dar argumentos científicos de la creación, si no explicar verdades ontológicas de la existencia del universo y del ser humano.

 

Nociones básicas de la Biblia